Los animales sienten como nosotros y por ello son personas no humanas.

Más de una vez, nuestros animales llenan el gran vacío que deja la soledad, permitiendo expresar, por ejemplo, la maternidad o la paternidad no concretada, o llenar el nido vacío ante la independencia de nuestros hijos e indudablemente son seguros amigos incondicionales que siempre nos “escuchan”, estando dispuestos a mimetizarse con nuestra forma de ser, para satisfacer, sin saberlo, la necesidad que tenemos los seres humanos de identificarnos con nuestras supuestas “posesiones”.

En el devenir de su vínculo los perros y los gatos presentan diferentes grados de dependencia pero siempre ligados más o menos estrechamente a nosotros.

En los seres humanos, a cierta edad, cada vez más tardía en el mundo moderno, se produce una separación del núcleo familiar logrando cada individuo su independencia para dejar de estar ligados a sus padres. Con nuestros compañeros peludos y de cuatro patas, esa dependencia es permanente, llegando a ser ellos niños eternos, que siempre estarán necesitando de nuestros cuidados para su subsistencia y siendo nosotros sus tutores de por vida.

De esa característica a la que se la llama neotenia se nutren perros, gatos y humanos, para conformar muchas pautas de su comportamiento. Al ser, el animal, un niño eterno, es un gran receptor de todas las emociones y energías que hay en la familia y en su entorno. Ese entorno es apreciado de una forma particular por cada especie y por cada individuo.

A la manera de “ver” o percibir la vida de cada individuo los científicos la llaman “umwelt” que no es otra cosa que la particular percepción que desde su situación biológica y cósmica tiene una especie y más aún cada miembro de ella.

Esa percepción, primero es de ser vivo, luego de gato o de perro, pero finalmente de nuestro gato o nuestro perro y será única y propia y le permitirá una relación estrecha con sus convivientes.

De esa forma la familia funciona como un sistema, donde cada uno de sus integrantes, cada persona humana o no humana interactúa y se relaciona estrechamente con los otros.

Cuando algo dentro de este sistema cerrado está en desequilibrio, muta y por consiguiente expresa una modificación, ese cambio se materializa más de una vez en todo aquello que nos sorprende en la conducta de nuestros animales.

Una de las cosas que más frecuentemente nos admira en el mundo animal es la sintiencia, que es la capacidad de sentir, tan obvia y tan cuestionada, sin ir más lejos por ejemplos de conductas o sistemas aberrantes del ser humano como la esclavitud hacia nuestros semejantes.

Si admitimos la esclavitud que nos queda por decir entonces de la sintiencia de nuestros animales a los que se les ha reconocido hace muy poco su categoría de personas superando la increíble definición de “cosas que caminan o se mueven solas” de nuestras antiguas leyes.

Actualmente nuestros animales deben ser considerados seres sensibles, sintientes y sufrientes, sujetos de derecho y nosotros sus tutores y representantes somos los que debemos defender el cumplimiento y la satisfacción de ellos.

Los animales comulgan de muchas características de las relaciones humanas como el apego, la dependencia, la identificación, la mimetización, etc. que favorecen la convivencia de las personas con sus pares permitiendo que las reglas o pautas de la familia se lleven a cabo.

En la psicología está vastamente estudiada la relación de la madre con su hijo.

Algunas corrientes promueven la existencia de una fusión emocional muy fuerte entre los dos, que se va disolviendo y separando con el pasar de los años.

Al formarse vínculos de dependencia, entre nuestros animales y nosotros, nuestro compañero animal pasa a ser un individuo muy susceptible a todo lo que lo rodea, a vincularse, a mimetizarse y a unirse de una forma muy especial con nosotros que llamamos: familia multiespecie, donde el animal también se hace cargo permanentemente de las emociones de sus tutores.

Todo esto lejos de sorprendernos debe impulsarnos a considerarlos pares en sentimientos sin lugar a dudas.

*El Prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.

 

Fuente: Infobae

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