La virulenta guerra por la herencia del “genio del fútbol mundial”, que ya se abrió la semana pasada con dos presentaciones en la Capital y en San Isidro, viene desde hace años. Corría 2012 y Diego intentaba bloquear cualquier intento de otros hijos -concretamente, Diego Junior, nacido de la relación que el Diez tuvo con Cristiana Sinagra, ya que Jana apareció después de esta determinación y Verónica Ojeda estaba embarazada de Diego Fernando- de disputarle el lugar de privilegio a Dalma Nerea y Gianinna Dinorah, fruto del matrimonio con Claudia Rosana Villafañe.

Entonces, para blindar su patrimonio en la medida de lo posible, decidió dictar un testamento en el cual declaraba como herederas solo a ellas, destinando el porcentaje máximo legalmente permitido, por encima de los otros hijos extramatrimoniales que aparecieran.

Pero como el devenir de amores y odios fueron una constante en la vida de Maradona, en 2016 se hartó de que tanto Dalma como Gianinna respaldaran a Claudia, su madre, en medio de una feroz disputa judicial con Villafañe, su exesposa, que en ese momento había sido sobreseída en la causa por retención de 458 objetos personales (camisetas, pelotas, botines, trofeos).

También se agregaba a su fastidio el hecho de que en los Estados Unidos tramitaba una causa que había ordenado impulsar el propio Diego a través de su abogado, Matías Morla, y un equipo de colaboradores norteamericanos por la compra de departamentos en Miami en la que Claudia figuraba en los papeles como soltera, estando casada.

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