El padre de Michael Tokar tuvo tos y fiebre, un asistente de salud a domicilio lo llevó al hospital. Dos días después, murió, a causa del coronavirus.

Mientras el mundo se retrae y las víctimas fatales confirmadas de la pandemia solo en la ciudad de Nueva York ascienden a 10.000, los directores de las funerarias, trabajadores de los cementerios y otros que supervisan el capítulo final de los cuerpos se apuran para poder continuar.

Un hombre se vio forzado a ver el entierro de su padre desde el auto según informa el diario New York Post.

Entre las restricciones de viaje y los miembros de la familia potencialmente expuestos en aislamiento, muchos funerales no tienen deudos presentes. Cuando van, tienen prohibido reunirse alrededor de la tumba, en cambio, pueden escuchar el responso rápido por teléfono desde los automóviles estacionados a distancia.

Michael Tokar fue a despedir a su padre pero no pudo bajar dle auto.

El padre de Tokar tuvo tos y fiebre, un asistente de salud a domicilio lo llevó al hospital. Dos días después, murió, a causa del coronavirus.

El personal está vestido con trajes blancos de protección, máscaras y guantes, con una apariencia más propia de un alunizaje que de un funeral. Usan sogas anaranjadas para colocar el cuerpo de David Tokar en su tumba.

“Ahora lo cubrimos”, dice Plafker, antes de preguntarle al hijo si quería hablar sobre su padre. “Nació hace 92 años”, comenzó a decir, y luego hizo un retrato de hechos de la vida de su padre.

El rabino lee un salmo y le dice a Tokar que su padre vivirá en los corazones de quienes lo amaron y que espera que esta “terrible enfermedad” pase finalmente. En 10 minutos, ya había terminado.

Fuente: The New York Post

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