Pese a las burlas y agresiones, Santiago Pellegrini defiende su estilo “elegante y personal”. Usa celular, aunque mira la hora en su reloj de bolsillo. Vive en Vicente López, se dedica a la venta de antigüedades, asegura que su novia ama su look y propone que todos se animen a romper el molde.

Cuando llegué, me pareció que quien estaba sentado esperándome era el conde Jaime de Mora y Aragón, aquel bohemio aristócrata español que una vez luchó con Martín Karadagian.

Pero no, mi entrevistado es mucho más joven y delgado. Piel blanca, peinado con raya y mechón sobre la frente. La barba y bigote imperial apenas disimulan su edad:

-Tengo 26 años.

Está sentado con las piernas cruzadas, dejando ver la impecable raya de su pantalón gris perla matizado con rayado pálido. En los pies, botitas negras cubiertas con polainas blancas. Sobre el pecho un pañuelo, armado en forma de plastrón, extiende sus lazos en torno del cuello duro. Las mangas de la camisa terminan en puños dobles, con gemelos. Una cadena leontina, de la que cuelga una medalla plateada, cruza sobre el chaleco negro, hasta llegar a uno de los bolsillos. Allí, como no podía ser de otra manera, guarda un reloj de mano. Sobre la mesa, completan el cuadro una galera, el bastón y los anteojos tipo quevedo, sin patillas.

Se llama Santiago Pellegrini y se viste así todos los días:

-Por lo general, abarco la moda entre 1880 y 1930. Siempre me sentí muy identificado con esas épocas por la forma de vestir.

No puedo evitar repreguntarle:

-¿Pero vos salís así vestido a la calle habitualmente? ¿O sólo cuando hay algún motivo especial, una foto, una fiesta…?

-No, no, siempre. Es mi forma de vestir. Cuando voy a la escuela nocturna, cuando salgo por trabajo. Así estoy siempre en el barrio.

La mayoría de los que entran al bar lo saludan normalmente. Otros, que quizás no sean habitués, lo miran con asombro. Es que llama la atención encontrar en una esquina a alguien que parece salido de una postal de 1900.

-¿Cómo reacciona la gente que te ve así vestido? ¿Hay cargadas, hay burlas?

-Y sí, la gente se sorprende. Por ahí hay alguna burla… sí varias veces… Es cosa de salir a la calle, estar cerrando la puerta de casa y pasa un coche por atrás y alguien me grita o me insulta o se burla.

-¿Y en el colegio?

-No en el colegio no, ya está todo controlado. Estoy terminando el secundario, porque largué después de tercer año. Y mis compañeros ya lo toman como algo normal.

-¿Y los profesores?

-Les llama la atención, pero les gusta. Y también porque deben respetar al alumno, porque si un profesor se burla de un alumno de esa manera se metería en problemas.

-La burla, el grito, ¿alguna vez llegó a la agresión física?

-Sí, una vuelta en verano venía con el sombrero rancho y un chico que estaba con otro para hacerse el gracioso me pega de atrás y me lo vuela… yo le encajé una patada en la rodilla que hasta el día de hoy se debe estar acordando. Pero fue únicamente esa vez. Igual, cuando siento gritos y burlas, paso de largo.

Alguien podrá creer que la forma de vestir de Santiago obedece a un crudo exhibicionismo. O que es la manifestación de una militancia. Su familia, en cambio, lo acepta como algo normal:

-Al principio decían que era raro, que cómo iba a salir con sombrero, con bastón, incluso con gemelos. “Te exponés a que la gente te diga cosas”, me dijeron al principio. Pero después se dieron cuenta de que es una decisión como cualquier otra. Y hoy ya es algo normal.

La inclinación de Santiago por usar este tipo de ropa no es un signo aislado de su personalidad, porque desde muy chico se dedica a la compra y venta de antigüedades:

-Yo era chico, tenía 16 años… una vuelta, cuando volvía de la escuela caminando por la calle, vi que un vecino había vaciado un garaje. Tenía millones de antigüedades, carteles viejos me acuerdo uno de Mercedes Benz. No tuve reacción de agarrar todo, porque era la vida de una persona tirada a la calle… cochecitos, cajas, algún que otro mueble. Y como en ese momento era tan chico no podía agarrar nada, así que me llevé lo primero que vi. Era una radio a galena francesa y alguna que otra pavadita más. La primera antigüedad que vendí fue esa radio a sesenta pesos. Eso fue lo que me dio el puntapié inicial para meterme de lleno con las antigüedades, porque esos sesenta pesos me sirvieron para conseguir otras cosas

-¿Y después cómo te relacionaste con el mundo de las antigüedades, que es más de gente grande y conocedora?

-No sé, son cosas que uno no sabe cómo llegan. Quizás me interesó la idea de vender eso y conseguir plata a partir de algo que me encontré tirando en la calle o algo que compré barato. Después, Facebook me ayudó mucho, Mercado Libre, Alamaula en su momento, OLX… todo eso me ayudo a progresar. Hoy hago todo por internet. Tuve un puesto en la estación Barrancas del Tren de la Costa, estuve ahí cerca de un año, pero después subieron los alquileres, bajaron las ventas y tuve que largar.

Uno puede pensar que este tipo de ropa es incómoda y pesada, más aún cuando el clima se pone más caluroso y húmedo. Sin embargo, Santiago tiene los argumentos para convencernos de lo contrario:

-No te creas. La ropa de antes no tenía poliéster, era puro algodón o seda. Este chaleco que tengo puesto, por ejemplo, es de 1874. Se lo ve muy grueso, pero aunque hiciera 40 grados no me daría calor. Además, en verano uso el traje blanco. Y me pongo el rancho o el orión de paja. Y el cuello, más bajo.

-¿Este cuello que tenés puesto cómo se plancha para que quede tan derechito?

-El almidón está un poco caro para almidonarlos. Este es de celuloide. Lo bueno que tienen estas camisas es que se les pueden ir adaptando los cuellos, yo tengo cuatro o cinco.

-¿ Y la ropa dónde la comprás?

-Voy a las ferias americanas hay una muy buena en la Avenida Santa Fe y Talcahuano. Son dos o tres pisos de ferias americanas se consigue de todo. Ahí tengo un amigo, Gustavo Carfi. Él sabe mucho de ropa, es increíble, es vestuarista y trabajó mucho tiempo con Verónica de la Canal y con varios diseñadores conocidos.

Por lo que cuenta Santiago, usar la ropa que evoca el fin del Siglo 19 no es muy caro:

-Depende de dónde se busque, si uno lo busca en San Telmo claramente va a ser un precio más elevado, pero se puede encontrar lo mismo en las ferias americanas. Allí se consigue más barato. O algún vecino que tenga ropa antigua.

fuente:infobae

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