María Pagola tiene 30 años y cuatro trabajos. Es moza, limpia una casa, cuida a una nena y hace tareas del hogar a cambio de hospedaje y comida. A pesar de eso, lo que más valora es el tiempo. En Argentina, las condiciones laborales que tenía como periodista recibida de la Universidad Nacional de La Plata no le permitían ni viajar ni tener demasiadas horas libres. En Australia, donde está instalada ahora, sí. Por eso desde 2016 lleva una vida nómade y ya recorrió más de 20 países junto a su novio. Gracias al “working holiday” –una visa que da permiso para instalarse, trabajar y viajar en distintos destinos de Europa, Asia y Oceanía–, divide sus años entre trabajo y vacaciones. Paradoja tercermundista: con empleos poco calificados ahorran más dinero del que podrían juntar en Argentina con una profesión con título universitario.

“Esto está explotando ahora porque es una forma de viajar en la que no necesitás ser rico. Trabajando tres meses a full en un lugar te permite viajar 6 o 7 meses en otro. Y además son flexibles: podés conseguir trabajo hasta por una aplicación, estás en blanco, podés renunciar cuando quieras y cobrás por hora”, explica Pagola.

Auge. En 2010, solamente tres países habían firmado un acuerdo con Argentina que permitiera hacer “working holiday”: Nueva Zelanda (que fue el primero, en 2001), Irlanda (en 2008) y Australia (en 2010). La tendencia fue creciendo y cada vez se sumaron más destinos. Las visas se pueden obtener una sola vez en la vida. Duran 12 meses –algunos países permiten extenderlas por un tiempo bajo ciertas condiciones–, es para jóvenes de entre 18 y 30 o 35 años –dependiendo del país–, y se piden requisitos económicos y, a veces, académicos. Los lugares más elegidos son Australia, Nueva Zelanda, Francia, Alemania y Dinamarca. Pero hay alrededor de 15 países que tienen convenio con Argentina.

María Págola y Augusto Rosés (30). Viajan desde 2016. Recorrieron: 20 países de Europa, Marruecos y Australia. Su próximo destino es Asia.

“Que haya tantas opciones y que se generara más información en la web hizo que la gente se empezara a ir más. Pero, además, creo que hay algo que tiene que ver con la situación de los jóvenes en el país. Por ahí no están súper mal, pero sí ven que no tienen demasiado panorama en Argentina entonces dicen: ‘Me voy dos años afuera; total vuelvo y está todo igual’. No es que acá se están perdiendo la oportunidad de sus vidas y saben que hacer la experiencia es muy enriquecedor en todos los sentidos”, señala Bernardo Carignano, creador del sitio “Yo me animo, ¿y vos?”, un blog con información, experiencias y servicios vinculados al “working holiday”.

Carignano fue pionero en realizar este programa. Se fue en 2009, después de recibirse de ingeniero, y estuvo dos años viajando. Actualmente es una especie de gurú para emprender esta travesía y se dedica full time a la página.

Filosofía millennial. A los 26 años Adelina Escolá ya estaba recibida de licenciada en Relaciones Públicas, estudiaba para ser contadora y trabajaba en una empresa en esa área. Estaba feliz con su vida y su trabajo, pero sentía que le faltaba algo. Averiguó sobre las visas “working holiday”, eligió Dinamarca como destino y se fue sola a Europa por primera vez. Consiguió trabajo como vendedora de panqueques en un puesto callejero, lo que le permitía tener días libres para hacer alguna escapada por el continente. Después de un año haciendo eso, empezó a recorrer otros lugares y sacó su segunda visa, en Alemania, donde se dedicó a limpiar casas.

María Págola y Augusto Rosés (30). Viajan desde 2016. Recorrieron: 20 países de Europa, Marruecos y Australia. Su próximo destino es Asia.

“Lo mío fue para hacer un cambio de mi estilo de vida, para conocer cosas nuevas, tener otras experiencias. Mi idea nunca fue volver con plata sino, si tenía plata, gastarla en viajar, en conocer. Tenía muy en claro que no había que aferrarse a lo material y que la experiencia de vida es lo más importante”, relata Escolá.

Como ella, la mayoría de los que deciden emprender estos viajes priorizan conocer nuevas realidades y tener tiempo para hacerlo antes que atarse a un proyecto de vida más estructurado en su país natal. “Hay un tema central que tiene que ver con la mentalidad de los jóvenes que viajan: esta generación tiene una percepción de lo que es la vida que está muy relacionada con la experiencia del viaje. El working holiday es una especie de síntesis de integración de esa emoción que quieren vivir los jóvenes donde pueden generarse ingresos en un contexto diferente, en una geografía totalmente novedosa para ellos pero a su vez en cierto espacio de productividad personal y de realización personal”, analiza Alejandro Melamed, especialista en Recursos Humanos.

En ese sentido, Carignano nota que cada vez más hay gente que se va y no vuelve: “Antes todos los que se iban volvían. Ahora se empiezan a ver muchos más casos de chicos que por ahí no tenían un gran trabajo y se dan cuenta de que allá tienen otra calidad de vida, totalmente distinta, y pueden sostener su vida alternando trabajo y viajes”. Un caso ejemplar son Daniela y Juan, una pareja que se fue a Nueva Zelanda en 2009 –cuando tenían 19 y 21 años respectivamente– y todavía hoy siguen viajando ininterrumpidamente. Ya recorrieron 43 países y narran sus experiencias en su blog “Marcando el Polo” y en dos libros.

Generación kiwi. Dado que uno de los trabajos vinculados a “working holiday” que más se popularizó es juntar kiwis en Nueva Zelanda, también se denomina así a quienes deciden emprender estos viajes. Es que el trabajo en campos recolectando frutas es una de las opciones que encuentran los argentinos para subsistir en esos países. Sin embargo, quienes viajaron aseguran que hay de todo. Restaurantes, hoteles, mudanzas, construcción, negocios de souvenirs o turismo, limpieza de casas, tareas de cuidado, puestos de comida, y una lista interminable en donde hay una base en común: todos implican un gran esfuerzo físico. Y, a pesar de que el perfil de quienes viajan está marcado por cierto nivel socioeconómico –además de los pasajes hay que demostrar determinada cantidad de dinero para viajar y, en algunos casos, cierto nivel académico y conocimientos del idioma–, aceptan tomar trabajos que posiblemente en Argentina no harían por diversas razones.

“La primera es que generan ingresos en moneda dura, entonces privilegian eso. Segundo, para algunos es su primer trabajo. Y tercero, los exige. Sienten: ‘Bueno es esto, no hay otra’. Tal vez están preparados para otra situación pero hacen lo que consiguen y lo disfrutan”, explica Melamed. Quienes vivieron la experiencia coinciden

“Te hace crecer en todos los ámbitos. Te hace ver cómo te las arreglás por fuera de tu zona de confort. Eso es muy loco: saber con qué herramientas contás. Porque yo te lo cuento todo como un cuento de hadas pero la verdad es que cuando llegás a un país en el que sale todo carísimo y no tenés trabajo te agarra un bajón fuerte, es un abismo. Y además, obviamente, te abre la cabeza y te sirve para aprender un idioma”, concluye Pagola que, mientras sigue recorriendo el mundo, inmortaliza sus historias y ayuda a otros viajeros en su página “Viajeros Randevuses”.

fuente:perfil

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