En julio de 2018 una pareja que residía en el San Antonio Oeste fue condenada a 40 años de prisión cada uno por haber abusado y filmado a al menos seis niños y niñas vecinos del barrio. El caso se descubrió en febrero de 2017 y entre los investigadores siempre hubo sospechas de que los acusados conformaban una red de pedofilia.
Los casos de pedofilia y pornografía infantil siempre conmueven a la sociedad, ya que es casi norma que quienes son descubiertos como implicados en estas actividades nunca levantan sospechas previamente.
El miércoles pasado, con la colaboración de investigadores de Estados Unidos y Brasil, se detuvo en Buenos Aires a un reconocido médico pediatra que trabajaba en el Hospital Garrahan. El hombre, que incluso daba encantadoras charlas sobre adolescencia y otros temas, es un sujeto al que la gente de su entorno describe como solidario, respetuoso, simpático y amable. En su poder encontraron al menos 800 fotos y 70 filmaciones de niños entre 6 y 14 con contenido sexual explícito.
Los monstruos correntinos
El caso rememora a otro ocurrido en la ciudad de Corrientes, que tuvo su resolución el pasado 12 de julio de 2018, cuando Maximiliano Ayala y Vanesa Fernández fueron condenados a 40 años de prisión cada uno al hallarlos culpables del abuso de seis menores de edad que residían en el barrio San Antonio Oeste, y que al momento de los hechos eran vecinos que iban a jugar a la casa de los perversos con permiso de sus padres.
Los abusadores habían convencido a decenas de familias de la zona de que eran una familia confiable y que podían cuidar de los niños por horas sin levantar ningún tipo de sospecha durante años.
“No hubo otro hecho de esas características en la provincia. Está acreditado el abuso de seis chicos, pero hay otros más que no se pudo determinar la identidad de los mismos”, expresó en su momento el abogado querellante en la causa, Hermindo González, e indicó que como prueba hay “más de mil fotos y muchísimos videos. Para analizar todo, tuvimos una audiencia de muchas horas en la UFIE-UDT (Unidad Fiscal de Investigaciones Estratégicas/Unidad de Decisiones Tempranas), en las que se reprodujeron las imágenes y fuimos determinando cuales eran de interés para la causa y cuáles no”.
“Tengo que reconocer que en algún momento de la reproducción tuve el impulso de bajar la vista o cerrarla, porque había imágenes de chicos muy chicos y genera una sensación de angustia y de bronca que afecta directamente al sentimiento personal. Por varios días me dejó con una especie de alteración y angustia”, había contado el letrado antes del incio del juicio a LT7 Corrientes.
Los abusos a menores y adultos se produjeron en una vivienda del barrio San Antonio Oeste, que era habitada por la pareja de acusados y un hijo pequeño de ambos. Los abusadores tenían en la misma vivienda un taller donde hacían trabajos de talabartería y tallado de mates.
Consultado por la metodología de captación de los menores, González explicó: “La mujer iba a las casas de los vecinos y les contaba que era víctima de violencia de género, que el marido le pegaba por no haber tenido hijas mujeres. Entonces les pedía a los vecinos que le permitan a sus nenas ir a jugar a la casa con su nene, para que el marido las vea, se tranquilice y no le pegue”.
“Las vecinas, en carácter de solidaridad y porque la conocían, permitían que las niñas vayan a la casa, porque entendían que era para jugar”, contó el abogado.
“Pero una vez que estaban en la casa, comenzaban los abusos, que consistían en sacarles las ropa, y mientras el varón las abusaba, la mujer les sacaba fotos”, agregó.
Abuso a las madres
Algo que también sorprendió de este caso es que los perversos no solo abusaban de chicos, sino también de sus madres, sin que estas tomaran consciencia de esto hasta que tomaron contacto con las fotos y videos que estaban en las computadoras de los psicópatas.
Las mujeres eran “invitadas a un local bailable que funcionaba en las dependencias del Parque Mitre, les pagaban las entradas y les convidaban bebidas, en donde les ponían alguna sustancia que las privaba de razón y en el auto particular de la familia, las llevaban a la casa donde las abusaban y también las fotografiaban”.
Cómo se descubrió finalmente la trama de abusos
La investigación comenzó en febrero de 2017, cuando uno de los niños le contó a su madre que vio fotos de él mismo desnudo en la computadora ‘del Maxi’. Con esta información, los padres se presentan en el domicilio de este hombre y al verificar la computadora, se encontraron con la sorpresa de que no solo había fotos de los niños desnudos, sino además siendo abusados.
Para mayor sorpresa, también encontraron imágenes de algunas madres, en estado de inconsciencia, también siendo víctimas de abuso. Tras el macabro hallazgo, se radicó una denuncia que dio inicio a la investigación y finalizó con la condena de los perversos.
Sospecha de red de pedofilia y pornografía infantil
Desde un comienzo, tanto la querella como los investigadores sospecharon que el caso encerraba algo más. Se sospechaba que los acusados integraban una red de pedofilia e intentaron probar que realizaban distribución del material fotográfico y fílmico.
Sin embargo, pese a los esfuerzos de los encargados de desandar el caso, no lograron juntar las pruebas que lo acreditaran y debieron desistir de acusar a los pedófilos de distribuir el material.
La duda sobre este punto persistirá de cualquier manera, hasta que en algún momento surjan nuevas pruebas que permitan desentrañar la finalidad última del accionar de Maximiliano Ayala y Vanesa Fernández.
fuente:LT7