Los animales de compañía parecen estar predestinados a sus tutores o dueños. Pero, ¿qué hay de cierto en esto?.
Los perros han sido creados por el hombre para cumplimentar diferentes funciones: defensa, guarda, pastoreo, caza, compañía y otros más. Los gatos fueron creados para el resguardo de plagas y para su compañía.
No todos los animales (ya sean de raza o mestizos) son adecuados para cualquier propietario. Los animales sufren y sienten igual que nosotros, y esto es más que importante para tener en cuenta a la hora de querer tener una mascota.
Los animales de compañía conviven en forma cada vez más íntima con el núcleo familiar en espacios más estrecho. Ellos pueden generar consecuencias nocivas para los mismos animales, para sus propietarios, para otros animales y personas.
Una sociedad civilizada debe amparar una adecuada relación con nuestros animales de compañía. Por otro lado se deben evitar los riesgos que pudieran generar, priorizando la salud de la población.
Es previsible que nuestras mascotas orinen y defequen en la vía pública, y no sólo por la necesidad fisiológica de eliminar desechos del organismo, sino porque es o representa un sistema de señales para identificarse, consiguiendo con esto “marcar” su territorio.
La consecuencia lógica de esto es la contaminación de los espacios públicos, siendo la materia fecal de perros y gatos un potencial transmisor de enfermedades parasitarias e infecciones bacterianas y virales. Este riesgo potencial de contagio afecta tanto al hombre como a los animales.
Indudablemente disminuir el riesgo de contagio de enfermedades zoonóticas es nuestro primer y más importante objetivo como ciudadanos, pero el hecho de controlar de alguna manera este aspecto también contribuye a disminuir el riesgo de contagio entre los propios animales, resguardando, de esa forma, el bienestar de toda la comunidad.
Por otro lado no podemos ni debemos aceptar prácticas aberrantes que denigren nuestros animales. Se debe respetar su vida, manteniendo al máximo el nivel de salubridad, actuando con métodos éticos y evitando la crueldad.
En Argentina hay previsiones al respecto, ya que desde la década del 50 la legislación nacional contempla sanciones. La protección de los animales y el bienestar de los mismos no es sólo tarea de los proteccionistas.
El problema de los perros y los gatos sin hogar, que deambulan por las calles y procrean de manera descontrolada, es un problema social que requiere la participación responsable de cada ciudadano.
La comunidad debe ser solidaria con el sufrimiento de estos seres y evitar que desde la propia casa se propague el problema. El mejor refugio de perros es el que este vacío porque resulte innecesario. La tenencia responsable es el primer eslabón para cortar la cadena de animales perdidos y abandonados.
Los animales se aparean para reproducirse, no por placer. Su sexualidad es hormonal, y el reproducirse, una necesidad de perpetuación de la especie. Impedir la reproducción es una medida adecuada ya que no hay hogares seguros para todos los que nazcan. Es imposible tener control absoluto de todas las crías que pueden nacer a partir de nuestros animalitos.
Hay que tener en cuenta que una pareja de perros y su descendencia, en siete años, llegan a engendrar 5500 perritos y una pareja de gatos y su descendencia, en el mismo periodo, pueden llegar a engendrar medio millón de gatitos. Una cifra alarmante y real que nos debe llamar a la reflexión antes de permitir más nacimientos.
En el mundo existen mayor número de animales domésticos que los que el hombre es capaz de atender afectiva y económicamente. El ser humano como tutor, como gestor, el “inventor” del perro y del gato y es el único responsable de todo lo que le pase, para bien o para mal.
*El prof. Dr. Juan Enrique Romero @drromerook es médico veterinario. Especialista en Educación Universitaria. Magister en Psicoinmunoneuroendocrinología. Ex Director del Hospital Escuela de Animales Pequeños (UNLPam). Docente Universitario en varias universidades argentinas. Disertante internacional.
Fuente: Infobae