Tras 8 meses de paro, 6 sueldos y un aguinaldo adeudados el pueblo correntino se instaló en el Puente Belgrano. Vendría después una feroz represión que acabó con la vida de dos jóvenes de 19 y 25 años y el inicio de una nueva Intervención Federal
Este 17 de diciembre se cumplen 20 años de la represión de Gendarmería Nacional que mató a Mauro Ojeda y Francisco Escobar y dejó decenas de heridos en la zona del puente Belgrano. Las causas que reclaman el esclarecimiento de los crímenes y una reparación para todas las víctimas siguen sin avanzar.
Para llegar a ese fatídico día hubo un largo proceso que comenzó con protestas en enero y que con el paso de los meses fue ganando intensidad y masividad. Para diciembre los estatales llevaban 8 meses de paro, les debían 6 sueldos y un aguinaldo.
No había ninguna expectativa de mejoras a corto plazo por lo que una asamblea popular en la plaza de la Dignidad votó por cortar el puente desde el 10 de diciembre. Ese día iba a asumir Fernando de la Rúa como presidente, le exigían que venga y que se terminen con los padecimientos de toda la provincia.
La nueva conducción nacional esperaba una salida local a la crisis. Como no tuvo ningún tipo de respuestas por parte de la clase política correntina, el miércoles 15 de diciembre el Congreso votó la intervención federal a la provincia de Corrientes.
Había piquetes en toda la provincia.
El 13 de diciembre ya había habido un operativo de Gendarmería para despejar el piquete en el puente Belgrano. Pero la fuerza nacional no pudo con la manifestación popular apoyada por los vecinos de las barriadas humildes de la zona como el San Benito y el Arazaty.
Durante el día la toma del puente tenía entre 3 mil y 5 mil personas, mientras que por las noches sólo se quedaban unos cientos. Se sabía que Gendarmería iba a volver, para ello había arribado a Corrientes y Resistencia un escuadrón antimotines conocidos como “Los Quebrantahuesos”.
La provincia era un caos, el Gobierno estaba acéfalo y se registraban cortes en el acceso a varias ciudades. Ambas capitales estaban al borde del desabastecimiento, escaseaban varios productos y se racionaba la nafta.
En la noche del 16 arriba del puente los asambleístas escuchaban a los programas televisivos porteños y las radios locales hacer crípticos comentarios sobre lo que iba a ocurrir. Con la más tensa de las calmas, a la medianoche el corte cumplió una semana mientras cientos de gendarmes a cargo del comandante Alberto Chiappe, jefe de la Agrupación Litoral, alistaba su despliegue cruel y estratégico.
Lo primero fue un operativo de distracción a las 2.30: un camión con patente paraguaya comenzó a avanzar sobre el puente para la sorpresa de los manifestantes que prendieron fuego una barricada. El camionero dijo no saber del corte, pero adentro había gendarmes al mejor estilo caballo de Troya.
Mientras tanto, en gomones y lanchas de Prefectura, cientos de uniformados cruzaban el Paraná para internarse en el barrio Arazaty. Otros esperaban en colectivos de línea en la zona del puerto.
Cientos de jóvenes que disfrutaban una noche en la Costanera vieron con sorpresa como desde la playa salieron gendarmes y se instalaron en la Estación Transformadora para sabotearla. Esta versión todavía es negada por Gendarmería y confirmada por los presentes.
A las 3.40 se cortó la luz en toda la zona y en la penumbra desde el lado chaqueño comenzó a avanzar una tropa de gendarmes. Alertados por las radios, más personas se sumaron al piquete.
A las 4.35 comenzó la represión. Hubo un intento de resistir por parte de los manifestantes, pero se vieron sorprendidos con el operativo tenaza que los envolvió, recibieron balas de goma y gases lacrimógenos desde el puente y desde la explanada.
Todo lo planificado por Chiappe había resultado a la perfección, en menos de 20 minutos el corte ya era historia. Sacaron las barricadas y los camiones comenzaron a circular desviando por Costanera.
Pero el fervor popular no se iba a dejar vencer y antes de las 6 los asambleístas pasaron a ser unos mil a más de 3 mil. Se reagruparon por avenida 3 de Abril entre Buenos Aires y Tucumán y volvieron a avanzar para responder a la represión, la calle Chaco oficiaba de una trinchera que ningún bando llegó a cruzar.
Gendarmería atacaba con balas de goma y gases lacrimógenos. La gente les respondía con piedras y devolviéndoles los gases.
MAURO Y FRANCISCO
Cerca de las 8.30 la pueblada no amainaba, por lo que la estrategia de las fuerzas nacionales aparentemente cambió. Es que a partir de esa hora comenzaron a registrarse los primeros heridos de bala, numerosos testigos aseguran que había francotiradores.
Francisco Escobar tenía 25 años, era cartonero y vivía con su esposa embarazada y sus dos hijos en una casita del barrio Trujillo. Tras terminar de trabajar pasó por la protesta y se acercó por curiosidad. A las 9 una bala de plomo calibre 22 de Gendarmería le ingresó por la aorta.
Los sobrepasados médicos del Hospital Escuela no pudieron hacer nada para salvarle la vida. Por los heridos que hubo y en la zona donde recibieron impactos, resultaba evidente que les apuntaban entre la rodilla y el cuello.
La triste noticia se difundió rápidamente por todo el país, pero la desproporcionada represión y la resistencia popular no cesaban. La violencia oficial hizo que más personas se sumaran para expresar su descontento y muchos vecinos colaboraban con agua y comida.
Hugo Perié, que ya no era gobernador y Jorge Pérez Rueda que ya no era ministro de Gobierno estaban en Casa de Gobierno haciendo desesperados llamados para que se frene el operativo de Gendarmería para que no haya más muertos.
El arzobispo Domingo Castagna hacía desesperados llamados de cordura que se emitían a través de las radios. “Paren, por Cristo”, dijo en una frase que fuera tomada para la tapa de una segunda edición que sacó en la tarde el diario El Litoral con todas las noticias de la mañana.
Mauro Ojeda tenía 19 años, vivía con su mamá y hermanos en el barrio Primera Junta. Para colaborar con ellos, se ganaba unos pesos limpiando parabrisas en un semáforo de la avenida Maipú.
Era un habitué de las protestas y enterado de lo que pasaba en el puente le avisó a su madre que se iba a ir. Le pidió que quería almorzar un guiso de arroz.
A las 14.30 otra bala de Gendarmería, también calibre 22, le pegó de lleno en el corazón a Mauro. Murió en el Hospital Escuela.
Su madre se enteró por la radio. Entre llantos y desolación, el guiso que con tanto amor había sido preparado, se enfriaba en la olla.
EL FINAL
La manera que encontraron Perié y Pérez Rueda para que se termine la violencia llegó desde la Unidad Penal N° 1. Pasadas las 15, una delegación de penitenciarios y policías se instaló en el medio de ambos bandos, llevaban sábanas blancas que oficiaban de señales de paz. Sorprendidos, tanto gendarmes como manifestantes frenaron sus acciones.
Tras más de 12 horas, el cruento operativo oficial terminó. El tránsito en el puente se restableció a los pocos minutos.
Por las balas de Gendarmería murieron dos jóvenes y hubo más de 50 heridos. Por el lado de los uniformados, 11 lesionados se atendieron en Resistencia y Rosario.
En Casa de Gobierno periodistas le preguntaron a Perié cuál era la responsabilidad que tenía por lo que pasaba. “Y… mucha…, pero no la de la represión, antes que ordenarla contra mi pueblo me voy a mi casa”, les respondió.
Jorge Pérez Rueda apuntó contra Storani: “La sangre derramada que tenemos que lamentar es por culpa de gente inoperante que no estuvo en Corrientes cuando era imprescindible dar una respuesta”.
La respuesta de Storani frente a todas las críticas no se haría esperar, eran los primeros ataques a su gestión que tenía apenas una semana. Culpó de lo que pasó a Hugo Perié: “¿Saben por qué el gobernador Perié no disciplina a la Policía? Porque dice que quiere establecer las condiciones de negociación con la futura intervención”.
Cuando finalmente habló de la Rúa, dijo estar consternado por “la triste noticia de que haya muertos y heridos”. También instó a todos a “poner el máximo empeño en restablecer cuanto antes la paz social y el orden legal para todos los ciudadanos”.
Pero quien por lejos era la persona más criticada en Corrientes era Alberto Chiappe y no se escondió: “Yo soy el responsable, yo di la orden. Actué sin órdenes del juez federal Soto Dávila pero le informé de cómo se desarrollaban las acciones”.
DESPUÉS
Al día siguiente hubo una multitudinaria manifestación de repudio a la Gendarmería por las muertes. El lunes 20 llegaría Ramón Mestre para asumir como interventor federal.
A 20 años de aquella masacre, la Justicia no avanzó en las investigaciones para esclarecer los crímenes y los heridos. Organismos de Derechos Humanos aseguran que nunca existió voluntad para hacerlo, no se hicieron peritajes ni buscó a los responsables.
Gendarmería siempre negó haber usado armas de fuego y que no empleaban ese calibre.
El expediente quedó durmiendo en la Justicia Federal. Mientras que en tribunales internacionales se espera por la solución amistosa que prometieron a los familiares de Mauro y Francisco y a 15 heridos que presentaron denuncias.
Fuente: El Litoral