La conductora de “La Peña de Morfi” contó cómo fue el conflictivo inicio del vínculo con el intendente de Lomas de Zamora.

Jésica Ciro y Martín Insaurralde consolidaron su relación en noviembre de 2014, cuando se casaron por civil, y tres años más tarde se convirtieron en padres de Chloé (1 año). No obstante, el destino de ambos podría haber sido uno absolutamente diferente de no haber sido por la determinación del intendente de Lomas de Zamora.

En una entrevista con la revista Gente, la conductora de “La Peña de Morfi” contó cuándo fue su primera vez con su marido, allá por mediados de 2013. “Martín estaba enamorado. Pero enamorado ciego. Al principio, no me porté bien con él. Por ejemplo, una noche me llamó, le conté que a la mañana siguiente viajaría a Mar del Plata por trabajo, y me dijo, ‘yo te llevo. Permitime acercarte en mi auto’. Pasó por casa y bajé con mi asistente. Dormí todo el trayecto. Al llegar intentó darme un beso y le respondí con un pico veloz. Bajé y me fui casi corriendo. Días después le conté que estaba en Chaco, donde haría una conducción. A la tarde me llama, ‘Jes, estoy entrando al hotel’. ¡Una sorpresa! Lo recibí en el restaurante, comimos genial, y entonces intimamos por primera vez. Pero en medio de la noche volví a dormir a mi cuarto. No hubo ni siquiera desayuno de despedida. Sólo le mandé un texto: ‘Que tengas buen regreso’”, relató Cirio.

La firme postura del político

“Fueron tres días de silencio total. No volvió a llamarme y me clavó el visto a los cientos de mensajes. Pensé ‘este pibe no quiere verme más, y ya empezaba a necesitarlo’. Tanto le dije que lo extrañaba que finalmente me citó en un restaurante. Fue muy claro: ‘Tengo más de cuarenta años, acabo de atravesar un cáncer, conocés todo de mi, sos la mujer de mi vida, pero ya me estoy haciendo mal. Entonces Jes, todo más que bien, pero no me llames más’. Y yo, malcriada, caprichosa y egoísta, le respondí ‘ok’. Y me fui”, continuó Jésica Cirio.

Cuándo comprendió Jésica Cirio lo que estaba en juego

Después de ese contundente ultimátum, la instructora de Zumba dejó su orgullo de lado y fue a buscar a Martín Insaurralde hasta su hogar: “Martín había desaparecido. Era la primera vez en la vida que un hombre no me atendía los llamados. Me desesperé. Llamé a uno de sus amigos para saber de él, pero nada. Entonces, una mañana y con toda la angustia que implicaba volver al sur, me mandé. Alguien me indicó como llegar a su casa y le escribí: ‘Estoy en la puerta, si querés no salgas, pero voy a apostarme acá hasta que me respondas’. Y salió, de traje, impecable. ‘Si querés hablar, bajá’, me dijo. Sentados en el living y con terror de que apareciera alguno de sus hijos, me solté, ‘te pido perdón. No sé ni qué quiero. Mi vida siempre fue conflictuada. Y en estos últimos años me pasó de todo’. Me tomó de los hombros y, mirándome a los ojos, me dijo, ‘quiero ayudarte, pero no puedo si te escapás’”.

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