No se pintan las uñas. No se planchan el cabello. No hacen tareas domésticas. No cocinan para sus parejas. Ellas luchan por la igualdad de género. Ellas dignifican esa disputa por paridad con los hombres. Para ellas, masculino y femenino no existen. Todos son iguales, nadie es diferente. Entienden que unos y otras pueden llevar adelante cualquier empleo. Incluso el “trabajo” de delinquir. Que ser motochorro no es exclusivo de un sexo. Que ellas pueden golpear y robar como cualquiera.
En las últimas semanas se conocieron varios casos en la ciudad de Corrientes en que una pareja de motochorros perpetraban robos con la habitual violencia, que incluía severas golpizas a víctimas mujeres con el objetivo de llevarse alguna de sus pertenencias, ya sea un bolso, una cartera o un celular.
Desde hace años este tipo de delincuentes es el principal motivo de enojo de los capitalinos víctimas de robos con estas características. ¿Cuál es la noticia, entonces? Que no eran dos hombres las integrantes de la pareja delictual. Las denuncias dieron cuenta de un varón al mando de la motocicleta y de una mujer cometiendo el agresivo robo.
Las denuncias se multiplicaron. La Policía tiene problemas para contener este tipo de delitos, más de un oficial se agarró de la cabeza cuando los informes dieron cuenta de que el “motochorrismo” ya no es una cuestión de hombres, que las mujeres ganaron espacio y que hoy disputan el botín y la violencia a la par de sus colegas masculinos.
El miércoles 4 de diciembre por la noche, a las 21, en la plazoleta Cocomarola, avenida Pujol e Ituzaingó, un par de delincuentes interceptaron a una mujer. Un policía de la división Antiarrebatos, quien estaba de franco, observó que la víctima forcejeaba en la defensa de sus pertenencias y no dudó en interceder.
El delincuente al mando de la motocicleta huyó y abandonó a su suerte a su cómplice. El efectivo pudo reducir al malviviente golpeador. En ese momento se dio cuenta que se trataba de una mujer. Más aún, menor de edad: una adolescente de 17 años.
La motochorra terminó en la comisaría. Los oficiales dieron un suspiro. Por fin detuvieron a la delincuente que desde hace días asolaba en diferentes puntos de la ciudad. Pero la sonrisa rápidamente desapareció de sus rostros.
Es que un par de horas después, a las 23:30, una mujer en las Mil Viviendas sufrió una golpiza en un robo. La enésima víctima de la actividad de los malvivientes declaró que la pareja de malandras estaba integrada por un hombre y una mujer.
En definitiva: habrá que redefinir el vocablo. Ahora son “Motochorres”.