La familia asegura que continuará buscando justicia por el joven y que fue una inconciencia del enfermero que lo choco, haberlo dejado tirado sin brindarle ayuda. Ayer pintaron una “estrella amarilla”, para recordar al fallecido y crear conciencia.
A una semana del accidente que terminó con la vida de Rodrigo López Ortiz, su padre Javier asegura que “la persona que lo atropelló, no tuvo la valentía de quedarse y no le dio otra oportunidad. Ahora va a sufrir las consecuencias de su mala acción”. Ayer pintaron una “estrella amarilla” en el lugar exacto en el que terminó el cuerpo del joven correntino, la madrugada del 8 de mayo.
En diálogo con época, Javier López Ortiz, todavía conmovido al cumplirse una semana del desgraciado siniestro en el que perdió la vida su hijo, no trata de buscar explicación. Puso todas sus energías, al igual que la familia, para que se sepa que “Rodrigo no se cayó solo de la moto y se mató. Demostramos que mi hijo fue atropellado y abandonado, y ahora estoy tranquilo con eso. No voy a descansar hasta que mi hijo descanse en Paz y eso, sólo lo voy a lograr hasta que se haga justicia, sobre quien lo mató”, comentó.
“Lamentablemente, saber que quien atropelló y abandonó a mi hijo mientras agonizaba es un enfermero, me genera mucha bronca, porque no le dio otra oportunidad a Rodrigo. Pudo haberse quedado para asistirlo y si se moría, al menos no huía como un cobarde dejándolo a su suerte, como en verdad hizo. No sólo eso, se escondió durante una semana hasta que lo encontramos con la Policía; ahora es muchísimo peor porque todos los cargos se le agravaron, en vez de quedarse y cumplir su rol”, enfatizó Javier López Ortiz.
Más adelante, el padre de la víctima sostuvo que a partir de ahora comienza otra etapa, “vamos a ir hasta las últimas consecuencia. Queremos que nuestro hijo descanse en Paz y eso significa que quien lo mató vaya a la cárcel. No sé si mucho o poco tiempo, pero que pague por lo que hizo. Que se haga cargo de haber chocado y huido sin dar ayuda a una persona herida”, concluyó
Ayer por la mañana, toda la familia de Rodrigo López Ortiz -sus padres, familiares directos- amigos y vecinos, se reunieron en el lugar preciso en el que quedó el cuerpo sin vida del chico. El motivo; pintar sobre el asfalto, una “estrella amarilla” que simbolizará para quienes pasen por la zona que allí se perdió una vida en un siniestro vial y que esa persona pasó a formar parte de las luminarias en el cielo. Una forma de crear conciencia.
Los hechos
Rodrigo López Ortiz, de 21 años, circulaba en su motocicleta Honda CG Titán, negra y blanca, la madrugada del 8 de mayo cuando fue hallado tirado y sin vida, sobre el asfalto en la intersección de la avenida Río Chico y calle UNNE.
Hasta allí todo indicaba que el joven motociclista perdió el equilibrio de su moto y cayó pesadamente -y en velocidad- contra el asfalto.
Pero un dato inquietó a la familia y se desprendió inicialmente de un policía que les confirmó la muerte de Rodrigo y dijo que había otro vehículo involucrado. Si bien aquel policía habría dicho una camioneta blanca, resultó que no era ni camioneta, ni de color blanco, pero sí hubo otro involucrado que se mantuvo prófugo durante casi una semana.
Las cámaras de seguridad de negocios y viviendas cercanas al accidente no arrojaron pista alguna, hasta que la Justicia ordenó ampliar la búsqueda y fue allí cuando, una casa toma con sus cámaras de vigilancia la secuencia a unos 120 metros.
En la imagen, en poder la de la Policía, se puede ver inicialmente pasar a gran velocidad al muchacho en su moto y a lo lejos se nota la salida de un auto negro por calle Unne y luego un manto de chispas y polvareda. Posteriormente el auto se da a la fuga y no queda a asistir a Rodrigo, quien finalmente falleció.
Estas secuencias fílmicas fueron la clave para llegar al Ford Ka negro. Tras su fuga, la policía hizo el seguimiento del auto con el resto de las cámaras de seguridad de la zona, ya que las del 911 no lograron captarlo, sino hasta el último momento, cuando se lo ve pasar al auto, muy cerca de donde el sábado por la mañana fue detenido, en calle Granada al 200. La Policía llegó con datos pocos certeros, pero finalmente localizó al conductor del auto, quien resultó ser un enfermero de 32 años de apellido Zacarías. Increíblemente, el vehículo aún presentaba daños en la zona con la que impacto contra la moto.
Según indicaron fuentes policiales y judiciales, de haberse quedado en el lugar del accidente, la noche que atropelló a Rodrigo, el enfermero Zacarías hubiera quedado imputado por homicidio culposo. Ahora la imputación es por “homicidio culposo agravado”. Su situación procesal cambió inmediatamente cuando decidió abandonar a la víctima y huir del lugar, sin siquiera dar aviso para que lo vayan a socorrer.
Según relato a época Javier, el papa de Rodrigo, aquella noche su hijo estaba en una reunión con un par de amigos y se dirigía para ir a buscar a una amiga, cuando le sucedió el accidente.
Fuente: Diario Época