Tras contar su historia en El arte de no callar, la actriz compartió un significativo fragmento acompañado de postales muy sensuales.

De la mano del colectivo feminista Actrices Argentinas, Thelma Fardin, tras diez años en silencio, se animó a alzar su voz y denunciar a Juan Darthés por violación. Tras meditarlo durante mucho tiempo, la actriz escribió un libro autobiográfico, El arte de callar, en el que contó su historia y que presentó en la Feria del Libro.

Tras su primera publicación, Thelma compartió su alegría con sus seguidoras de Instagram y acompañó su profunda reflexión con una foto sexy, en la que se la ve recostada en la cama boca abajo, en ropa interior, luciendo una botas texanas y una campera muy canchera.

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“Me gusta el frío, pero no estoy segura si es por el hecho de haber nacido en el sur. Aprendí a esquiar a los 3, pero a andar en bicicleta, recién a los 10. Recuerdo la sensación de deslizarme con las tablas de esquí por la ladera del Cerro Catedral en pleno invierno. Recuerdo la sensación de no tener miedo a nada. Una de las últimas veces que esquié –por esquivar a una persona– perdí el control en la maniobra evasiva al punto de no poder volver a dominar los esquíes. Intentaba hacer cuña, doblar, inclinarme y cambiar el ángulo de las tablas para ejercer una mayor fricción, lo que sea; no había caso. Todo pasó en pocos segundos pero recuerdo perfectamente que a pesar de mis esfuerzos no lograba frenar. En ese momento entendí que si no me tiraba, la montaña y la fuerza de gravedad me iban a tirar a mí; algo que, por experiencia, entendía perfectamente que podía llegar a ser mucho peor. En un acto decisivo tan veloz como efímero, me entregué al fracaso, a la caída. Solté los bastones y me tiré de manera voluntaria para desacelerar la bajada empinada y frenética. Una pensaría que por elegir la caída puede aminorar el golpe pero no siempre resulta. Di vueltas en el aire con los esquíes puestos ya que en ningún momento se salieron (sí, todavía no me explico cómo no me rompí una pierna) hasta que finalmente el mundo dejó de girar de una sacudida brusca y seca que me dejó desorientada. Primera y única vez que me bajaron en patrulla. Esa sensación quedó grabada en mi cuerpo. Todavía hoy, cuando estoy frente a una situación en la que tengo que tomar una decisión difícil, mi cuerpo recuerda ese instante, ese milisegundo en el que decido lanzarme al vacío y frenar por mi propio peso.” Capítulo 2, El Arte De No Callar (Siempre escribí, siempre soñé con mis libros, pero nunca me imaginé qué el primero lo escribiría en 3 meses, acompañada por un amigo tan hermoso y a los 26 recién cumplidos) @soymaza te quiero una banda

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“Siempre escribí, siempre soñé con mis libros, pero nunca me imaginé qué el primero lo escribiría en 3 meses, acompañada por un amigo tan hermoso y a los 26 recién cumplidos”, expresó, muy feliz, Thelma.

Y para agradecerles a sus seguidoras que, desde el primer momento, se mostraron firmes junto a ella, les compartió un fragmento del segundo capítulo. “Me gusta el frío, pero no estoy segura si es por el hecho de haber nacido en el sur. Aprendí a esquiar a los 3, pero a andar en bicicleta, recién a los 10. Recuerdo la sensación de deslizarme con las tablas de esquí por la ladera del Cerro Catedral en pleno invierno. Recuerdo la sensación de no tener miedo a nada. Una de las últimas veces que esquié –por esquivar a una persona– perdí el control en la maniobra evasiva al punto de no poder volver a dominar los esquíes. Intentaba hacer cuña, doblar, inclinarme y cambiar el ángulo de las tablas para ejercer una mayor fricción, lo que sea; no había caso”, comienza diciendo.

Y sigue: “Todo pasó en pocos segundos pero recuerdo perfectamente que a pesar de mis esfuerzos no lograba frenar. En ese momento entendí que si no me tiraba, la montaña y la fuerza de gravedad me iban a tirar a mí; algo que, por experiencia, entendía perfectamente que podía llegar a ser mucho peor. En un acto decisivo tan veloz como efímero, me entregué al fracaso, a la caída. Solté los bastones y me tiré de manera voluntaria para desacelerar la bajada empinada y frenética”.


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“Una pensaría que por elegir la caída puede aminorar el golpe pero no siempre resulta. Di vueltas en el aire con los esquíes puestos ya que en ningún momento se salieron (sí, todavía no me explico cómo no me rompí una pierna) hasta que finalmente el mundo dejó de girar de una sacudida brusca y seca que me dejó desorientada. Primera y única vez que me bajaron en patrulla. Esa sensación quedó grabada en mi cuerpo. Todavía hoy, cuando estoy frente a una situación en la que tengo que tomar una decisión difícil, mi cuerpo recuerda ese instante, ese milisegundo en el que decido lanzarme al vacío y frenar por mi propio peso”, cerró.

fuente:TN

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