En el Nordeste, la tasa de actividad entre las mujeres es del 51 por ciento, frente al 74 por ciento de los hombres. Varios son los condicionantes que inciden en estas diferencias, uno de ellos, la asignación de roles de género.

El nivel educativo, los roles de género asignados en el hogar y los niveles de empleabilidad son algunos de los indicadores que contribuyen a comprender no sólo la brecha laboral entre hombres y mujeres, sino la calidad y trayectoria de las trabajadoras, quienes, en varios casos, lidian con la pobreza. El NEA lidera la brecha en el país, ya que la tasa de actividad es más alta entre los varones que entre las trabajadoras.

“En Argentina, las mujeres enfrentan mayores obstáculos para acceder al mercado de trabajo, y sus trayectorias tienden a ser más inestables que las de los varones”, expresa un informe del Centro de Implementación de Políticas Ciudadanas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec). La investigación es iniciativa conjunta del centro con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ONU Mujeres y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud). Indaga en torno a “los factores profundos que explican estas diferencias, y la forma en que interactúan con otras dimensiones como el nivel socioeconómico y las responsabilidades familiares”.

Existen varios determinantes que impiden el acceso de las mujeres a una fuente de trabajo. En Argentina, el 62 por ciento de las trabajadoras entre 16 y 59 años participan del mercado laboral, lo que representa una brecha de 19 puntos porcentuales con respecto a la participación laboral masculina, que se ubica en 81 por ciento, según datos de la Encuesta Permanente de Hogares. Si se tiene en cuenta los últimos 15 años, se exhibe un estancamiento del indicador en torno al 60 por ciento y la continuidad de la diferencia.

El NEA es la región del país que encabeza estas asimetrías, con 1,50 puntos, posee la ponderación más alta, según datos de Cippec sobre información de la Encuesta Permanente de Hogares del Indec. La diferencia es de aproximadamente 23 puntos porcentuales, por encima de la media nacional, ya que el 51 por ciento de las mujeres están en actividad, mientras que entre los hombres este porcentaje asciende al 74 por ciento.

Las mujeres participan en mayor medida del mercado de trabajo en Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Caba), donde la brecha con los varones es notoriamente más pequeña que en el resto de las regiones del país. Esta es de 1,15 puntos, ya que el 76 por ciento de las trabajadoras están en actividad y el 85 por ciento de los hombres en dicha condición.

“La región geográfica del país también juega un rol clave en la determinación de las brechas de género en el mercado laboral”, indica el estudio. Esto podría estar vinculado con los niveles de ingreso, ya que la diferencia disminuye a medida que aumenta los niveles de ingreso en el hogar.

El informe, además, identifica que “las barreras que las mujeres enfrentan para participar del mercado de trabajo, acceder al empleo y sostenerse en él a lo largo del tiempo varían, en función de los grupos y perfiles de mujeres en los que se centre la mirada. Como se desprende del análisis, la juventud, los niveles de ingreso más bajos, las credenciales educativas, y la tenencia de hijas/os son algunas de las variables asociadas con mayores brechas de género en el acceso al mercado laboral”. Detectar los grupos más vulnerables contribuyen a establecer políticas de ayuda a los grupos que más lo requieren.

A nivel nacional, se detecta el “descenso sostenido y marcado de los niveles de participación correspondientes al grupo de mujeres de entre 18 y 24 años: hacia 2003 su tasa de participación se encontraba en niveles superiores al 55 por ciento, mientras que actualmente se encuentra en torno al 45 por ciento”.

Uno de los factores se debe a un mayor acceso de las jóvenes a los estudios secundarios y superiores. También a su rol de mayor cuidado en los hogares.

El informe señala que “una primera fuente de heterogeneidad es, nuevamente, la edad: actualmente, la brecha de participación por género es más pronunciada en tres grupos”. Entre adolescentes, donde la participación en “actividades productivas ya reproduce las normas de género, con una mayor participación de las adolescentes en actividades domésticas y, por el contrario, una mayor participación de los adolescentes en actividades para el mercado o para autoconsumo”. También es más alta entre las jóvenes universitarias que no trabajan y entre los mayores de 60 años.

“El nivel educativo alcanzado también está fuertemente asociado con las brechas de género en la tasa de actividad”. Sucede que la participación de las mujeres en el mercado de trabajo aumenta en los subgrupos que alcanzan mayores niveles educativos.

Otro de los factores que inciden, y está relacionado con la asignación de roles en los hogares, es la tenencia de hijas e hijos presentes en el hogar. Por ejemplo, a nivel país, la tasa de actividad entre las mujeres sin hijos y las que tienen uno es del 72 por ciento. Con dos, se reduce al 68 por ciento; con tres, al 58 por ciento; con más de seis, al 38 por ciento. Entre los hombres, en cambio, la tasa de actividad es más alta entre los que tienen hijos (97 por ciento frente a 91 por ciento, respectivamente).

Fuente: Diario Litoral

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