En el caso de que haya un apocalipsis nuclear, una pareja canadiense de Horning Mills, los Beach, no va a correr ningún peligro. Hace 35 años, empezaron a construir el que hoy en día es el búnker más grande de Norteamérica. Una enorme extensión de más de 900 metros cuadrados para la que han utilizado 42 autobuses escolares abandonados.
En su refugio hay numerosas estancias y no falta una guardería, una biblioteca, una enfermería e incluso una sala de dentista. Tiene capacidad para más de 500 personas y está preparado para albergar a esta gente durante varios meses. Aún así, el propio Bruce Beach confiesa que se ha visto obligado a tirar mucha comida porque se ha puesto mala.
El búnker ha estado rodeado de polémica, ya que el matrimonio lo construyó sin permiso, lo que ha provocado que Bruce haya tenido que ir a juicio más de 30 veces contra el Gobierno canadiense. Las autoridades argumentan que el recinto sufre problemas de seguridad y quieren su cierre, mientras que el hombre manifiesta que es exactamente “lo opuesto a algo peligroso”.