Lola, Celeste y Gruñón son los amigos imaginarios de Brianna. Las dos primeras son sus muñecas favoritas. El último es uno de los enanos de Blancanieves, que le esconde los juguetes mientras está dormida.

Hace apenas unos meses, esta niña de 5 años de barrio Héroes de Malvinas en la ciudad de Córdoba apenas si podía verlos desde su cama. Ella no podía moverse por la parálisis cerebral que transita desde que tiene un año y ocho meses. Allí estaban los tres: bien ordenados en la repisa color fucsia de su habilitación. Lejos de su alcance.

Un buen día los contempló de cerca. Gracias al empeño de sus padres y el apoyo de maestras y terapeutas, Brianna pudo movilizarse, estirar su bracito y agarrarlos. Despertó así de un largo sueño. Como Blancanieves al recibir el beso de su príncipe azul.

El caso de Brianna fue uno de los 20 que motivaron el informe Héroes: el barrio de los niños enfermos, publicado por el diario cordobés Día a Día en junio de 2016. En ese entonces, la niña no se movía de su silla especial. Tenía la mirada fija en el techo y tampoco respondía estímulos.

Sus padres Carlos y Anabela contaron que la pequeña se encontraba en estado vegetativo desde agosto de 2013. Que había sufrido un accidente con agua caliente. Y que el líquido hirviendo le quemó parte del bracito.

La pequeña fue intervenida en el Hospital de Niños de un injerto de piel. Pero en la cirugía sufrió un paro cardio-respiratorio. La falta de oxígeno en el cerebro la dejó postrada, sin respuesta a estímulos exteriores, en estado vegetativo persistente, tal como consta en su historia clínica.

Ahí comenzó la batalla de los padres en contra de la burocracia de la obra social, que en un principio se negaba a cubrir la rehabilitación. La lucha continuó contra el sistema educativo provincial, que también le cerraba las puertas por su discapacidad.

Finalmente los padres lograron un tratamiento intensivo en un centro privado de rehabilitación. Consiguieron que la niña asistiera a clases de equinoterapia. Y la última victoria: el ingreso al jardín María Elena Walsh, de Héroes de Malvinas.

“A Brianna le costó adaptarse a la escuela. Al principio se asustaba porque sus compañeros preguntaban por su silla especial. Pero después fue integrada y hoy presta más atención que el resto de los chicos de su clase”, cuenta Anabela, su mamá de 24 años.

Los primeros avances fueron advertidos a partir del ingreso escolar. “Un día me llama una maestra para que vaya urgente a la escuela. Pensé lo peor. Cuando llegué al jardín, vi como Brianna se integraba a la clase. Cómo compartía con ellos. Era la primera vez que se conectaba con los demás”, agrega.

El apoyo continuó con las clases de equinoterapia, en una fundación Camino a San Carlos. La niña comenzó a responder a estímulos y a ganar fuerza en sus piernitas. En un centro de rehabilitación de barrio Güemes trabajó con bipedestadores y andadores. Hoy se sienta sola en su cama y puede sostener su cabecita. Avances que reconfortan más que el primer premio de una lotería.

Brianna es una niña feliz. Lleva dos colitas rojas en el pelo y una sonrisa picarona capaz de dejar boquiabiertos a quienes se detienen a mirarla. Si hoy le preguntas cómo se llaman sus padres, responderá por su nombre. Y si le consultas cómo se porta su hermano Theo, de dos años, cerrará el puño y bajará el pulgar.

Cada día estos avances se festejan como si fuera un cumpleaños. Con besos capaces de romper el hechizo de cualquier bruja malvada.

Estimular y esperar, las claves

La ciencia demostró que un cerebro puede recuperarse después de haber sufrido daños por falta de oxígeno. La clave se encuentra en la llamada “plasticidad cerebral”.

Fernanda Pantoja, psicóloga especialista en rehabilitación, así lo explica: “Si un niño es estimulado a edad temprana, algunas áreas del cerebro que sufrieron lesiones se pueden recuperar. Y otras áreas cumplir cumplir la función de las zonas dañadas. Esto se llama plasticidad cerebral”.

En rehabilitación no hay estadística que sirva. Lo que sí ayuda es el apoyo familiar, así como la contención de los equipos de salud y el incentivo de la escuela. “No todos los padres aceptan lo que les pasa a sus hijos. Y no todas las obras sociales reconocen un tratamiento intensivo. Esas burocracias atentan contra la recuperación”.

La edad del paciente también influye: cuanto más joven, mayor plasticidad. Y más chances de que el cerebro se reorganice.

“Aquí no hay patrones ni evoluciones estándar. Con estimulación, hasta los casos más graves se pueden recuperar. Hay que trabajar y esperar. La paciencia es fundamental”, finalizó.

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