Carlos Cossia atendió unos 100 ca­sos en Rosario. Impulsó la creación de un hospital, un centro de adop­ción y un cementerio de animales.

En la ciudad de Rosario, distante a unos 700 kiló­metros de Corrientes, hace unos años sucedió un fe­nómeno tan tétrico como inexplicable: los perros se lanzaban al vacío desde un parque ubicado a 30 me­tros de altura.

Sin motivo aparente, los canes subían hasta un complejo cultural con forma de terraza ubi­cado en el Parque España, en la costanera rosarina, se alejaban repentinamente de “su humano”, corrían hacia el borde del paseo y salta­ban, desplomándose sobre el cemento. Nadie podía ex­plicar qué rara fascinación envolvía a los perros, qué los impulsaba a dar ese salto se­guro a la muerte. Se estima que fueron unos 100 perros “suicidas” los que desperta­ron el alerta de las personas que pasean a sus mascotas en esa zona y obligaron a la Comuna a colocar cartelería de advertencia en el paso público. Esto motivó que en el último tiempo -correa co­locada mediante – ya no se registren hechos similares.


La gran mayoría de los pe­rros que se lanzaron al vacío fueron atendidos por el mé­dico veterinario correntino Carlos Cossia, director del Hospital Veterinario rosari­no. A propósito del Día del Veterinario, que se celebró ayer, dialogó con NORTE de Corrientes no sólo sobre los perros “suicidas”, sino también sobre su extensa trayectoria en el campo de la medicina animal, su ges­tión como concejal y de los sueños que se cumplen con esfuerzo y dedicación.

“Habrán sido unos 100 casos de perros tirados, la mayoría eran traídos al hos­pital ya muertos y otros con lesiones muy graves”, recor­dó. Explicó que el fenómeno pudo haberse producido por algún efecto visual o auditi­vo que se podía producir en la zona. “Los animales no deducen que si saltan desde esa altura van a morir, no hay manera. Hay un sonido que llega en los días de vien­to, una especie de zumbido -de los barcos- que aparen­temente atrae a los perros. Además, el lugar tiene ba­randas en la misma línea del horizonte”, comentó.
Para el veterinario, la ne­gligencia jugó -y juega- un rol muy importante. “Si los perros llevaran correa, el 90% de los accidentes se evitarían. Por día realizamos entre tres y cuatro operacio­nes a animales que se en­cuentran sueltos por la calle y se lastiman”, agregó.

Más de cuatro décadas con animales
Pero la trayectoria de Cos­sia va mucho más allá. Es­tima que en toda su carrera atendió 300 mil casos de diferentes especies. Con 47 años de actividad como ve­terinario hay miles de anéc­dotas, muchas de ellas de haber atendido a los anima­les que viajaban con los cir­cos. El caso más extraño fue el de un delfín llamado “Ni­kita” con una úlcera de cór­nea; también operó a un ele­fante en plena calle; le hizo una ecografía y radiografía a un camello en su clínica; atendió a un león con una pata quebrada; a un cacho­rro de tigre con gastroente­ritis; a un mono con proble­mas dentales, entre muchos otros. Pero su pasión son los pequeños animales.

“Me dediqué siempre a los pequeños animales. Ocu­pan un lugar importante en nuestras vidas, indiscutible­mente forman parte de la fa­milia. Siempre digo que los animales me hicieron hom­bre”, dijo Cossia, que superó todos los obstáculos hasta cumplir con su objetivo de dedicarse a los animales.

Nació en Corrientes en el seno de una familia hu­milde. Su padre trabajaba en la curtiembre que operó hasta hace unos años en el barrio Patono. Transcurrió su primera infancia en esta ciudad, hasta que su familia se trasladó a Posadas (Misio­nes).

Regresó a Corrientes para estudiar en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional del Nordeste. “Mi familia era humilde pero tuve la suerte de tener la posibilidad de estudiar en la universidad pública. Yo soñé mucho du­rante toda mi vida y si no fuese por eso no habría con­seguido nada. No importa la condición social, con sue­ños y perseverancia todo se puede”, señaló.

En Rosario no sola­mente pudo desarro­llar su actividad como veterinario sino que fue más allá. Desde una banca en el Con­cejo Deliberante rosa­rino impulsó medidas que convirtieron a la ciudad en pionera en lo que a re­soluciones y normativas de carácter animal se refieren. Algunas de ellas fueron la creación de un hospital ve­terinario público y gratuito, de un centro de adopción, de un cementerio y un cre­matorio para animales.

También impulsó una or­denanza que permite que las mascotas puedan trasladar­se en el transporte público junto a sus dueños, tanto en colectivos como en taxis. Deben ser trasladados en jaulas transportadoras que no superen los 45.000 cen­tímetros cúbicos (50cm x 30cm x 30cm) y los animales no deben pesar más de 8 ki­los. Al finalizar su mandato en el Concejo volvió a dedi­carse de lleno a la atención a los animales. “Me voy a ir de este mundo con más de 300.000 casos vistos. Y me voy a ir sin haberme podido meter en la cabeza de los pe­rros, sin entender a los ani­males”, dijo destacando ese instinto de supervivencia y anticipación que poseen

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