Japón es el país más envejecido del mundo. Casi el 30% de su población supera los 65 años y cada vez son más los ancianos ya que las parejas jóvenes no quieren tener hijos.
Y una epidemia está haciendo estragos en ese país: la soledad de los ancianos. Un problema que no es sólo de los japoneses. El Reino Unido, según un informe encargado por la Comisión Jo Cox sobre la Soledad, indicó que tienen más de nueve millones de personas (el 13,7% de su población) que se sienten solas. Además, según ese trabajo, unas 200.000 personas confesaban no haber hablado con nadie desde hacía más de un año.
Para tratar de frenar este problema y siguiendo las recomendaciones de la diputada laborista Jo Cox, asesinada a tiros en 2016 por un simpatizante neonazi, la primera ministra británica, Theresa May, creó una especie de Ministerio de la Soledad, en el que se trata de hacer frente a la que algunos expertos no dudan en catalogar como “la epidemia de la sociedad moderna”.
Pero Japón parece ser el país que más sufre esta enfermedad. Y un estudio del gobierno dejó al desnudo un terrible descubrimiento: en los últimos años crecieron de manera increíble los delitos menores cometidos por personas ancianas. Tras analizar caso por caso descubrieron que en un 90% de los casos ancianos y ancianas los cometían, no por necesidad, sino para poder ir a la cárcel y sentirse menos solos. Y el fenómeno es mayor en las mujeres, que se sienten cuidadas y escuchadas por las guardias.
En 1990, los delitos cometidos por mayores de 60 años llegaba al 4% del total según datos de la Agencia Nacional de Policía. En la actualidad los delitos cometidos por mayores de 60 años llega al 25%. Un aumento del 600%.
Actualmente hay 5.000 ancianos japoneses en la cárcel. Es el 20% del total de la población reclusa. Alarmante.
Millones de ancianos viven solos y rara vez hablan con sus familiares o amigos. El estudio demostró que un 75% de las ancianas que eran detenidas por robos vivían solas y confesaban no tener familias, no tener relación con ellas o no tener a nadie que les ayudase. Ir a la cárcel era para ellas la salvación.
Muchas cumplen penas de hasta tres años y lo dramático es que al ser liberadas vuelven a cometer otro delito para retornar a prisión.
Cinco de cada diez robos cometidos en tiendas son realizados por ancianos. Y ellos saben que la ley penal nipona es severísima. Robar un sandwich de 1,50 dólares implica una pena de prisión de hasta dos años. Y si al salir roban otra vez un sandwich de ese valor la pena es de cinco años de prisión.
La agencia Bloomberg habló con varias de las ancianas presas y una de estas mujeres, de 80 años, contó: “Estaba sola todo el día. La primera vez que robé lo hice en una librería y cuando me llevaron a la comisaría me interrogó un policía muy amable. Escuchó todo lo que tenía que decir. Sentí que estaba siendo escuchada por primera vez en mi vida”.
La mujer está en la cárcel y admite: “No me siento sola aquí. Disfruto más de la vida en la cárcel, siempre hay gente alrededor, y no me siento sola aquí. Cuando salí por segunda vez, prometí que no volvería, pero no pude evitar sentir nostalgia”.
Otra anciana, de 78 años, condenada a un año y medio de cárcel dice que “la prisión es un oasis para mí, un lugar para la relajación y la comodidad. No tengo libertad pero tampoco tengo nada de qué preocuparme, hay muchas personas con las que hablar”.
Y explica como llegó a la cárcel: “Cuando robé la primera vez, tenía 70 años y dinero en la cartera. Me puse a pensar en mi vida y no quería volver a casa. Ahora tengo un sitio adonde ir”.
Muchas cárceles parecen geriátricos y el gobierno debió dar cursos especiales a guardias y personal de seguridad de esos lugares. Esto trajo otro problema al gobierno: en los últimos tres años, el 33% de las trabajadoras de las cárceles renunciaron a su puesto.
Pero la cara oculta de esta epidemia llamada soledad es la de aquellos ancianos que no quieren llegar al recurso del delito. Japón tiene una de las tasas más altas de suicidio del mundo.
Unas 25.000 personas se suicidan al año. Es la principal causa de muerte. Unas 10.000 de esas 25.000 personas suicidas son mayores de 60 años.
Es tan grave el problema de la soledad que hay restaurantes con mesas aisladas, donde el comensal no tiene contacto con nadie o karaokes (una pasión japonesas) con salas individuales, donde las personas pueden cantar sus canciones favoritas en soledad.
Y ni que hablar de un triste negocio lucrativo: el “alquiler de amigos”. Miles de personas le pagan a estos “trabajadores” para que pasen el tiempo con ellos y los escuchen.
El “alquiler” promedio es de dos horas y hay casos como el de una anciana de 80 años que recurre a este servicio para poder dar un paseo diario por el parque con alguien a su lado.
Pero hay otro costado en los delitos de los ancianos y no es la soledad, sino la pobreza. La pensión promedio de los mayores de 65 años es de 560 dólares mensuales y el resultado de sumar alquiler, comida, medicamentos, electricidad, agua, gas, entre otras cosas, arriba a los 690 dólares mensuales de promedio, según cálculos realizados por Custom Product Research.
Yuki Shinko, investigador y autor de un libro llamado Old People Underworld, dice: “Si te arrestan, todavía tenés un techo sobre tu cabeza, te dan de comer tres veces al día y te hacen chequeos de salud. Salen ganando”.
Según datos del Ministerio de Justicia de Japón, el país tiene unos 1.500 ancianos que han cometido hasta 6 robos para volver una y otra vez a la cárcel.
Agencias, Religión en Libertad.
fuente:clarin