Al principio, eran sólo un puñado de casos desconcertantes, recordó Jane Newburger. Otros médicos la habían contactado describiendo niños con COVID-19 que llegaban a las salas de emergencia en mal estado con una especie de síndrome de shock inflamatorio que afectaba a múltiples órganos.

Algunos gritaban de dolor de estómago. Otros tenían burbujas, o hinchazón, en las arterias de sus corazones.

Para el sábado por la noche – cuando Newburger y otros 1.800 preocupados especialistas pediátricos, incluyendo representantes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) y los Institutos Nacionales de Salud, se reunieron en una llamada de Zoom para discutir el fenómeno – los hospitales de todo el mundo habían identificado alrededor de 100 casos similares. Alrededor de la mitad están en los Estados Unidos.

“No he visto en mi vida nada remotamente similar a lo que está pasando ahora mismo”, dijo Newburger, directora del programa de desarrollo neurológico cardíaco del Hospital Infantil de Boston.

Los casos parecían tener algunas características de una enfermedad conocida como la enfermedad de Kawasaki. Los cardiólogos, reumatólogos y médicos de cuidados intensivos presentes en la reunión también quedaron sorprendidos por su inusual momento y ubicación. Comenzaron a aparecer tres o cuatro semanas después de la gran ola de la enfermedad en adultos, principalmente en Europa y en toda la costa este de los Estados Unidos, donde el COVID-19 había golpeado con fuerza.

El número de niños afectados sigue siendo muy pequeño, relativamente hablando, mucho menor que el número de niños gravemente enfermos por la gripe durante un período de tiempo similar. Y la mayoría ha respondido bien al tratamiento.

“Estoy pensando en ello como la punta del iceberg”, dijo Jane Burns, profesora de pediatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Diego. “Afortunadamente, hay un número muy pequeño de pacientes que presentan este síndrome de shock, al mismo tiempo que hay un gran número de pacientes [COVID-19] en la misma comunidad”.

Burns, junto con otros doctores, enfatizó que los padres no deben entrar en pánico. La gran mayoría de los menores de 18 años infectados con el coronavirus sólo tienen síntomas leves o ninguno. Y los investigadores no están seguros de si la condición es causada por el COVID-19 o por otra cosa. Los que tienen el “síndrome inflamatorio multisistémico pediátrico”, como los médicos llaman a la nueva enfermedad, son “un pequeño subconjunto genético de niños que parecen ser susceptibles a esta locura”, dijo.

Pero la extraña naturaleza de los casos en la mayoría de los niños previamente sanos, y su posible relación con un virus que ha dado sorpresas casi constantes, ha puesto a la comunidad médica en alerta máxima.

Fuente: Infobae

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